
Era en una ciudad desconocida
a la espera del invierno
en la ciudad de invierno
y sentí temor.
No era la lejanía lo que entonces lloraba
ni el gesto irrecordado de mi casa,
eran los hábitos, ese acodarme.
Esperaba algún centro, atravesaba calles.
¿Qué hacemos con los labios
sino mentir esta vieja canción:
dónde está el centro,
la semilla que pueda levantar con mis manos?
Pasó gente.
El camino a la belleza de sus rostros era tan largo
y yo tan lento para recorrerlo...
Había escrito que una ciudad sucede a otra
pero hallé demasiadas para mi memoria.
Era una ciudad desconocida
a la espera del invierno.
Temí gastarme en pueblos que no eran,
inventados al paso de los trenes.
Antonio José Ponte