jueves, mayo 31, 2007

Ciudades


Era en una ciudad desconocida
a la espera del invierno
en la ciudad de invierno
y sentí temor.


No era la lejanía lo que entonces lloraba
ni el gesto irrecordado de mi casa,
eran los hábitos, ese acodarme.
Esperaba algún centro, atravesaba calles.
¿Qué hacemos con los labios
sino mentir esta vieja canción:
dónde está el centro,
la semilla que pueda levantar con mis manos?


Pasó gente.
El camino a la belleza de sus rostros era tan largo
y yo tan lento para recorrerlo...
Había escrito que una ciudad sucede a otra
pero hallé demasiadas para mi memoria.


Era una ciudad desconocida
a la espera del invierno.
Temí gastarme en pueblos que no eran,
inventados al paso de los trenes.


Antonio José Ponte



domingo, mayo 20, 2007

A mis manos


Mas, se não encontramos outra obra da estatuária grega habitada como esta por tal violência e assombro, o mundo inquietante que eles convocam desde sempre o homen grego o reconheceu e o disse, no tumulto dos mitos, na poesia e na tragedia.



Sophia de Mello Breyner Andresen: O nu na antiguidade clássica...(libro que alguien trajo hoy hasta mis manos para acercarme a la desnudez de la luz de Sophia, de Grecia. Es hermoso.).


Imagen: Estatua de bronce de Riace.

jueves, mayo 17, 2007

La mirada de Ulises


LA MIRADA DE ULISES


Hay viajes que se suman al antiguo color de las pupilas.
Después de ver la isla de Calipso ¿es que acaso Odiseo
volvió a mirar igual? ¿No se fijó un color
como un extraño cúmulo de algas
en sus pupilas viejas? Lo mismo que en los pliegues
mínimos de la piel
se fosilizan besos y desdenes, así los ojos filtran
esa franja turquesa del mar que acuna islas,
medusas de amatista, blancura de navíos.
La piel es vertedero de memoria
lo mismo que el poema. Pero acaso unos ojos
extrañamente verdes de repente dibujen
empapados de luz
un boscoso archipiélago perdido.


Aurora Luque


Imagen: Mar Egeo. Julio de 2005.

miércoles, mayo 09, 2007

Ojalá


OJALÁ


Ojalá que las hojas no te toquen el cuerpo cuando caigan
para que no las puedas convertir en cristal.
Ojalá que la lluvia deje de ser milagro que baja por tu cuerpo.
Ojalá que la luna pueda salir sin ti.
Ojalá que la tierra no te bese los pasos.

Ojalá se te acabé la mirada constante,
la palabra precisa, la sonrisa perfecta.
Ojalá pase algo que te borre de pronto:
una luz cegadora, un disparo de nieve.
Ojalá por lo menos que me lleve la muerte,
para no verte tanto, para no verte siempre
en todos los segundos, en todas las visiones:
ojalá que no pueda tocarte ni en canciones
Ojalá que la aurora no dé gritos que caigan en mi espalda.
Ojalá que tu nombre se le olvide a esa voz.
Ojalá las paredes no retengan tu ruido de camino cansado.
Ojalá que el deseo se vaya tras de ti,
a tu viejo gobierno de difuntos y flores.


Silvio Rodríguez