el sendero hasta el mar, restos verticales de roca
hecha añicos por la fuerza de la dinamita.
Así estaba él. Demolido.
Sin embargo la mente de ella palpitaba
con su presencia silenciosa. ¿Cómo se puede vivir
con tanta tristeza? La mano de él sobre su hombro
para decirle, tu afán
por la precisión sólo te traerá problemas.
Tu sentido de la carencia, también.
Soñaba que estaba vivo y enfermo.
Como la Pietà. Soñaba con él
a cualquier edad. Diez años o menos. Catorce y más alto.
Un tictac adelante y atrás como el mar
rompe contra la húmeda roca negra
de la claridad y la circunstancia.
Mary Jo Bang, del libro Elegía (ed. Bartleby, traducción de Jaime Priede)
Imagen: Acuarela de Emil Nolde