viernes, abril 28, 2006

Morfología de la ciudad


Vértigo de un paseo triste esculpido en soledad...


Imagen tomada en Granada (Paseo de los Tristes, 15-4-2006)

Morfología de la ciudad


Repta el silencio desde tu silencio...

Miquel Martí i Pol


Imagen tomada en un callejón de Granada (15-4-2006)

martes, abril 18, 2006

Giannis Ritsos


Grecidad


Estos árboles no transigen con tener menos cielo, estas piedras no transigen con los pasos enemigos, estos rostros no transigen más que con el sol, estos corazones no transigen más que con la justicia. Este paisaje es duro como el silencio, aprieta contra su seno sus piedras incandescentes, aprieta contra la luz sus olivos huérfanos y sus vides, aprieta los dientes, no hay agua, solamente luz. El camino se pierde entre la luz y la sombra del seto es hierro. Los árboles, los ríos y las voces se convirtieron en mármol bajo la cal del sol, con el mármol tropiezan las raíces, los arbustos polvorientos, la mula y la rosa, jadean, no hay agua, todos tienen sed, años enteros, todos mastican un bocado de cielo además de su amargura. Sus ojos están rojos de insomnio, una profunda arruga clavada entre sus cejas como un ciprés entre dos montes al anochecer. Sus manos están pegadas al fusil, el fusil es una prolongación de sus manos, sus manos son una prolongación de sus almas, tienen sobre sus labios el furor y tienen una pena profunda, muy profunda en sus miradas, como una estrella en un charco de sal. Cuando estrechan la mano el sol está seguro para el mundo, cuando sonríen vuela una pequeña golondrina de su barba feroz, cuando duermen doce estrellas nacen de sus bolsillos vacíos, cuando mueren sube la vida cuesta arriba con tambores y banderas. Hace ya tantos años que todos tienen hambre, que todos tienen sed, que todos mueren sitiados por tierra y mar, el calor devoró sus campos y la sal inundó sus casas, el viento derribó sus puertas y deshojó las pocas lilas de la plaza, por los agujeros de sus capotes entra y sale la muerte, sus lenguas están ácidas como el amargo fruto del ciprés, sus perros se murieron envueltos en sus sombras y la lluvia golpea en sus huesos. Fuman boñigas arriba en las guaridas, convertidos en piedra y por la noche vigilan el rabioso mar donde se ha hundido el mástil roto de la luna. Se ha terminado el pan. Las balas se acabaron, ahora cargan sus viejas armas, solo con sus corazones. Tantos años sitiados por tierra y mar, todos tienen hambre, todos perecen y nadie se muere, arriba, en las guaridas, sus ojos centellean, una gran bandera, un gran fuego rojo, y, cada amanecer, millares de palomas vuelan desde sus manos hacia las cuatro puertas del horizonte.

Giannis Ritsos

El Dios abandona a Antonio

Cuando de pronto se oiga, a medianoche
a un invisible tíaso pasar
con músicas fantásticas, con voces-
tu suerte que declina, tus hazañas
que no fueron cumplidas, tus proyectos
que fueron todo errores, no los llores para nada.
Como dispuesto de hace tiempo ya, valiente,
dile por fin adiós a Alejandría que se marcha,
y sobre todo no te engañes y no vayas
a decir que fue un sueño, que se confundió tu oído.
No confíes en tales esperanzas vanas.
Como dispuesto de hace tiempo ya, valiente,
como te cuadra a ti, que tal ciudad te mereciste,
quédate inmóvil junto a la ventana
y escucha conmovido, pero no
medroso y suplicante como los cobardes,
como un placer postrero los sonidos,
los raros instrumentos del tíaso sagrado
y di por fin adiós a Alejandría que se marcha.

C. Cavafis

Sophia de Mello


Para atravessar contigo o deserto do mundo

Para atravesar contigo o deserto do mundo
Para enfrentarmos juntos o terror da morte
Para ver a verdade para perder o medo
Ao lado dos teus passos caminhei
Por ti deixei meu reino meu segredo
Minha rápida noite meu silêncio
Minha pérola redonda e seu oriente
Meu espelho minha vida minha imagem
E abandonei os jardins do paraíso
Cá fora à luz sem véu do dia duro
Sem os espelhos vi que estava nua
E ao descampado se chamava tempo
Por isso com teus gestos me vestiste
E aprendi a viver em pleno vento.

Sophia de Mello

Fernando Pinto do Amaral


Segredo

Esta noite morri muitas vezes, à espera
de um sonho que viesse de repente
e às escuras dançasse com a minha alma
enquanto fosses tu a conduzir
o seu ritmo assombrado nas trevas do corpo,
toda a espiral das horas que se erguessem
no poço dos sentidos. Quem és tu,
promessa imaginária que me ensina
a decifrar as intenções do vento,
a música da chuva nas janelas
sob o frio de fevereiro? O amor
ofereceu-me o teu rosto absoluto,
projectou os teus olhos no meu céu
e segreda-me agora uma palavra:
o teu nome - essa última fala da última
estrela quase a morrer
pouco a pouco embebida no meu próprio sangue
e o meu sangue à procura do teu coração.

Fernando Pinto do Amaral

martes, abril 11, 2006

Noches Áticas


Noches Áticas

Aguanieve en las calles
vivaces, en Eleusis,
en los entumecidos laureles del invierno
que oscilan en su altar.
Acaparar los víveres supremos.
Saber qué horas rituales te fueron concedidas.
La noche, esa granada
que cruje y se derrama cuando le hundes los dedos.
Los banquetes del Tiempo, sus copas fragilísimas.
El tiempo que se sacia de sí mismo,
de líquidos futuros, de pretéritos áridos.
Volverás, noche amada,
en la fúnebre barca tapizada de negro
de la heroica memoria,
con sus mojados remos penetrando
las viscosas mareas de la muerte.

Aurora Luque

Imagen: Eleusis.

sábado, abril 08, 2006

Parápono/Xenitiá


Parapono / I xenitia (Queja/El exilio)

Pesadas pulseras las penas,
no dices cuánto me quieres.
Tengo esa queja, amor mío, boca mía,
y que se muera mi cuerpo.
No quiero gente, luz mía,
tengo en el labio el sabor de la menta.
Tengo esa queja, quítame, pídeme,
saeta mía del olvido.
Tengo esa queja, quítame, pídeme,
saeta mía del olvido.
Te envío con una carta
la cuchilla de la luna.
Cógela y golpéame, amor mío, locura mía,
y si llora tu alma, sonríeme.
Cógela y golpéame, amor mío, locura mía,
y si llora tu alma, sonríeme.

Altas montañas y brillos de estrellas,
neblina sobre ríos, abetos, laureles, mirtos.
A mi corazón, ay, fuego mío, a quien sea,
dile que vuelva a mi lado, que no tarde.
Exilio mío, amor mío, luz y amanecer
antes de que se raje bajo mi pasión toda la tierra.
Gargantas húmedas y cuevas de dragones,
alas de águila y nidos negros de los vientos.
A mi corazón, ay, fuego mío, a quien sea,
dile que vuelva a mi lado, que no tarde.
Exilio mío, amor mío, luz y amanecer
antes de que se raje bajo mi pasión toda la tierra.
Ruiseñor, seductora ceniza que calcinas,
dime con qué vino se embriagan sus ojos.
A mi corazón, ay, fuego mío, a quien sea,
dile que vuelva a mi lado, que no tarde.
Exilio mío, amor mío, luz y amanecer
antes de que se raje bajo mi pasión toda la tierra.


Canción armenia tradicional (adaptación griega)

viernes, abril 07, 2006

Cuartos alquilados


Buenas tardes, que desea? Es aquí, sí, haga el favor de cerrar la puerta, si? el señor quiere ver la habitación? es una persona sola? Muy bien. Haga el favor de entrar, es por aquí. Desbordado de luz, limpio, arreglado, con buena cama, colchón suave, mire, mire, no sea tímido! Armario para la ropa, una buena alfombra... no es nueva pero está bien, es de los buenos tiempos, para durar, como en los buenos tiempos. Aquí donde el señor lo ve, esta alfombra ya tiene casi un palmo de edad. El tiempo llega para todos y para todas las cosas... la edad ya casi se la ve, y aunque todavía está alta y suave, los colores ya se le van, pero al señor que más le da? No es en el color de la alfombra que el señor encuentra comodidad! Es en la cama, el armario, la mesa, la silla, la cómoda con cajones... de madera auténtica, buena cosa, se lo garantizo... de los viejos tiempos, cuando las cosas y los muebles eran de valor, nada de plásticos, nada de mezclas de madera en tablitas, yo lo se, la prensada, es como le digo, prensada... Nada, de eso quiero yo aquí, todo esto es sólido, enterito, vea, no sea tímido!Cómo? el precio? Mire, mi señor, esto es así: son trescientos cincuenta escudos, con servicio de cuarto de baño, pequeños almuerzos aparte, veinticinco tostones al día, en caso que esté interesado. Comidas no doy, que son más pérdida que ganancia... al precio de las cosas. Y, si no quiero saldo en contra, tampoco quiero ser explotadora. Porque si alquilo habitaciones, es más como ayuda, no para enriquecerme... Que yo, si quisiera ser rica, no alquilaría cuartos... hasta mi sobrina me daría lo que quisiera, con sólo pedírselo. Con el marido que tiene, era sólo pedirlo... Y los matrimonios que tuve y que desperdicié, porque no me satisfacían... Es el destino, el mío es alquilar habitaciones, el suyo vivir en cuartos alquilados.


Fernanda Botelho ("Sherezade y los otros")

Cuadro de Vilhelm Hammershoi.

domingo, abril 02, 2006

Rayuela


Capítulo 1


¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico.Pero ella no estaría ahora en el puente. Su fina cara de translúcida piel se asomaría a viejos portales en el ghetto del Marais, quizá estuviera charlando con una vendedora de papas fritas o comiendo una salchicha caliente en el boulevard de Sebastopol. De todas maneras subí hasta el puente, y la Maga no estaba. Ahora la Maga no estaba en mi camino, y aunque conocíamos nuestros domicilios, cada hueco de nuestras dos habitaciones de falsos estudiantes en París, cada tarjeta postal abriendo una ventanita Braque o Ghirlandaio o Max Ernst contra las molduras baratas y los papeles chillones, aun así no nos buscaríamos en nuestras casas. Preferíamos encontrarnos en el puente, en la terraza de un café, en un cine-club o agachados junto a un gato en cualquier patio del barrio latino. Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos. Oh Maga, en cada mujer parecida a vos se agolpaba como un silencio ensordecedor, una pausa filosa y cristalina que acababa por derrumbarse tristemente, como un paraguas mojado que se cierra. Justamente un paraguas, Maga, te acordarías quizá de aquel paraguas viejo que sacrificamos en un barranco del Parc Montsouris, un atardecer helado de marzo. Lo tiramos porque lo habías encontrado en la Place de la Concorde, ya un poco roto, y lo usaste muchísimo, sobre todo para meterlo en las costillas de la gente en el metro y en los autobuses, siempre torpe y distraída y pensando en pájaros pinto o en un dibujito que hacían dos moscas en el techo del coche, y aquella tarde cayó un chaparrón y vos quisiste abrir orgullosa tu paraguas cuando entrábamos en el parque, y en tu mano se armó una catástrofe de relámpagos y nubes negras, jirones de tela destrozada cayendo entre destellos de varillas desencajadas, y nos reíamos como locos mientras nos empapábamos, pensando que un paraguas encontrado en una plaza debía morir dignamente en un parque, no podía entrar en el ciclo innoble del tacho de basura o del cordón de la vereda; entonces yo lo arrollé lo mejor posible, lo llevamos hasta lo alto del parque, cerca del puentecito sobre el ferrocarril, y desde allá lo tiré con todas mis fuerzas al fondo de la barranca de césped mojado mientras vos proferías un grito donde vagamente creí reconocer una imprecación de walkiria. Y en el fondo del barranco se hundió como un barco que sucumbe al agua verde, al agua verde y procelosa, a la mer qui est plus félonesse en été qu'en hiver, a la ola pérfida, Maga, según enumeraciones que detallamos largo rato, enamorados de Joinville y del parque, abrazados y semejantes a árboles mojados o a actores de cine de alguna pésima película húngara. Y quedó entre el pasto, mínimo y negro, como un insecto pisoteado. Y no se movió, ninguno de sus resortes se estiraba como antes. Terminado. Se acabó. Oh Maga, y no estábamos contentos.¿Qué venía yo a hacer al Pont des Arts? Me parece que ese jueves de diciembre tenía pensado cruzar a la villa derecha y beber vino en el cafecito de la rue des Lombards donde madame Leonie me mira la palma de la mano y me anuncia viajes y sorpresas. Nunca te llevé a que madame Leonie te mirara la palma de la mano, a lo mejor tuve miedo de que leyera en tu mano alguna verdad sobre mí, porque fuiste siempre un espejo terrible, una espantosa máquina de repeticiones, y lo que llamamos amarnos fue quizá que yo estaba de pie delante de vos, con una flor amarilla en la mano, y vos sostenías dos velas verdes y el tiempo soplaba contra nuestras caras una lenta lluvia de renuncias y despedidas y tickets de metro. De manera que nunca te llevé a que madame Leonie, Maga; y sí, porque me lo dijiste, que a vos no te gustaba que yo te viese entrar en la pequeña librería de la rue de Verneuil, donde un anciano agobiado haca miles de fichas y sabe todo lo que puede saberse sobre historiografía. Ibas allá a jugar con un gato, y el viejo te dejaba entrar y no te hacía preguntas, contento de que a veces le alcanzaras algún libro de los estantes más altos. Y te calentabas en su estufa de gran caño negro y no te gustaba que yo supiera que ibas a ponerte al lado de esa estufa. Pero todo esto había que decirlo en su momento, solo que era difícil precisar el momento de una cosa, y aun ahora, acodado en el puente, viendo pasar una pinaza color borra vino, hermosísima como una gran cucaracha reluciente de limpieza, con una mujer de delantal blanco que colgaba ropa en un alambre de la proa, mirando sus ventanillas pintadas de verde con cortinas Hansel y Gretel, aun ahora, Maga, me preguntaba si este rodeo tenía sentido, ya que para llegar a la rue des Lombards me hubiera convenido más cruzar el Pont Saint-Michel y el Pont au Change. Pero si hubieras estado ahí esa noche, como tantas otras veces, yo habría sabido que el rodeo tenía un sentido, y ahora en cambio envilecía mi fracaso llamándolo rodeo. Era cuestión, después de subirme el cuello de la canadiense, de seguir por los muelles hasta entrar en esa zona de grandes tiendas que se acaba en el Chatelet, pasar bajo la sombra violeta de la Tour Saint-Jacques y subir por mi calle pensando en que no te había encontrado y en madame Leonie.Sé que un día llegué a París, sé que estuve un tiempo viviendo de prestado, haciendo lo que otros hacen y viendo lo que otros ven. Sé que salías de un café de la rue du Cherche-Midi y que nos hablamos. Esa tarde todo anduvo mal, porque mis costumbres argentinas me prohibían cruzar continuamente de una vereda a otra para mirar las cosas más insignificantes en las vitrinas apenas iluminadas de unas calles que ya no recuerdo. Entonces te seguía de mala gana, encontrándote petulante y malcriada, hasta que te cansaste de no estar cansada y nos metíamos en un café del Boul Mich y de golpe, entre dos medialunas, me contaste un gran pedazo de tu vida.Cómo podía yo sospechar que aquello que parecía tan mentira era verdadero, un Figari con violetas de anochecer, con caras lívidas, con hambre y golpes en los rincones. Más tarde te creí, más tarde hubo razones, hubo madame Leonie que mirándome la mano que había dormido con tus senos me repitió casi tus mismas palabras. "Ella sufre en alguna parte. Siempre ha sufrido. Es muy alegre, adora el amarillo, su pájaro es el mirlo, su hora la noche, su puente el Pont des Arts." (Una pinaza color borra vino, Maga, y por qué no nos habremos ido en ella cuando todavía era tiempo.)Y mirá que apenas nos conocíamos y ya la vida urdía lo necesario para desencontrarnos minuciosamente. Como no sabías disimular me di cuenta en seguida de que para verte como yo quería era necesario empezar por cerrar los ojos, y entonces primero cosas como estrellas amarillas (moviéndose en una jalea de terciopelo), luego saltos rojos del humor y de las horas, ingreso paulatino en un mundo - Maga que era la torpeza y la confusión pero también helechos con la firma de la arena Klee, el circo Miró, los espejos de ceniza Vieira da Silva, un mundo donde te movías como un caballo de ajedrez que se moviera como una torre que se moviera como un alfil...

Julio Cortázar ("Rayuela")